lunes, 16 de febrero de 2015

La Convalecencia

Uno nunca sabe porque, de repente, enferma, pero esas cosas suceden…

Confieso que no era mi intención original hablar de esto, pero después de una penosa convalecencia, había tres ideas que me parecía oportuno echar a la mochila y, además, compartir con el mundo.

La primera de ellas ya está apuntada, y quizá pudiera enunciarse como: “La inesperada llegada de la adversidad”. Particularizada en una enfermedad, pero aplicable a cualquier suceso que nos causa dolor e incluso sufrimiento. Que os voy a contar al respecto, si es una cuestión inherente a la vida…

La adversidad, llega. Nos llega a nosotros y, quizá aún peor, llega a nuestros seres queridos.

Dicen que la verdadera medida de las personas se encuentra en la adversidad. También dicen que la adversidad es capaz de sacar lo mejor de las personas, abriendo su corazón, revelando su valor y situando en el centro de la vida lo verdaderamente importante, aquello que poco a poco se fue sustituyendo por cosas prescindibles e intrascendentes.

Y eso me hacía pensar que debemos prepararnos en los tiempos de ventura para afrontar las etapas amargas de nuestra vida. Prepararse, pero sin atrincherarse tratando de evitar lo inevitable. Pasando a la ofensiva, tomando las riendas de nuestro devenir para ir adquiriendo conciencia de esas cosas valiosas que encontramos en el camino, agradeciendo la oportunidad de disfrutarlas, desterrando la prepotencia y la arrogancia e invitando a la humildad a ser un pilar activo de nuestra vida…

La segunda idea, es el riesgo de que la decadencia física puede arrastrar a la mente y al espíritu.

En mi convalecencia me vine abajo, sufriendo jornadas de una desgana y postración como hacía tiempo que no recordaba. La ilusión se marchitó, el entusiasmo desapareció. Vivir era padecer. Un verdadero drama, aunque era un drama con las cartas marcadas pues en el fondo de mi ser confiaba en que volvería a ser el de antaño, recuperando mi tono anterior, esperando el reencuentro con la alegría. En el fondo, nunca perdí la esperanza.

La esperanza…

Estos días pasados se han celebrado tanto el Día Mundial contra el Cáncer como el Día Mundial contra el Cáncer Infantil. ¿Quién no conoce a seres que luchan contra ello?, ¿quién no conoce a alguno de esos héroes anónimos que día tras día construyen su propia esperanza?... Héroes verdaderos que nos enseñan a luchar contra la adversidad con tesón, confianza y paciencia.

Estas personas y otras muchas que luchan en circunstancias parecidas, son un impagable ejemplo de superación de uno de los más difíciles retos que una persona puede afrontar: lograr que la fuerza de la mente y del espíritu se sobreponga al deterioro físico. ¡Qué grandeza!...

Y, por último, llegamos a la tercera idea que se instaló en mi mente…

¿Qué sería de nosotros sin los seres queridos que nos ayudan a superar la adversidad?...

Es un verdadero privilegio tener a personas a nuestro lado que se desviven por ayudarnos, que se preocupan por nosotros y se ocupan de nosotros, que se echan a la espalda aún mas carga de la que soportan. Una carga pesada, y a veces ingrata…

Amor en acción, solidaridad en movimiento…

La fortaleza de una sociedad y de los individuos que la componen, depende de la calidad de los lazos que en ella se entretejen. Una comunidad cuyos individuos se preocupan por su prójimo, es una sociedad sana, rica y próspera. Cuidar del prójimo, es cuidar de uno mismo…

Somos frágiles, pero tenemos la capacidad de desarrollar una fortaleza inusitada. No dejemos que decaiga la esperanza…



Autor: @oratorux
Blog: Oratorux

1 comentario:

  1. Maravillosa reflexión Oratorux! Una sociedad sana. Qué lejos queda eso. Un abrazo.

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