sábado, 4 de julio de 2015

El pueblo que sabía demasiado.

Cuando se tomaba una copita de anís del Mono doña Águeda veía el futuro con una clarividencia milagrosa. Lo que era de mucha utilidad para sus vecinos. Se presentaban en su casa con una botellita y salían sabiendo el porvenir. Cualquiera que consultaba sus cartas podía, con tranquilidad, despedirse de su padre años antes de que muriera, adular a conciencia al familiar que le dejaría su herencia en un futuro, superar sin excesivos traumas un garantizado divorcio o preparar con anhelo una infidelidad venidera. Aunque también hubo destinos  equívocos y equivocados. El de Marcelo, que se colgó de un balcón desesperado por los desaires de Adela, empecinada en el vaticinio de que nunca se vestiría de novia. O el de Tobías, que tuvo que matar al alcalde —de forma bastante sangrienta—a pesar de que nunca sintió ninguna animadversión por él. Es más, todo lo contrario.


Autora: Mar Horno.


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